Observo y escucho, con estupor y casi con temblores, cómo todavía son muchos los editores que hablan del libro digital como un formato más en la comercialización del libro impreso. Se toma un pdf de impresión —otros hablan de un in design—, se convierte a ePub y, voilà!, ya tienes un ebook. Y no, señores, no basta con eso, quizá hace dos años podía tolerarse, pero hoy en día no.
Por eso creo que vale la pena insistir todo lo machaconamente que haga falta en la necesidad de que los editores comprendan que el libro digital es un producto editorial diferente del libro impreso, con sus propios flujos de trabajo, canales de venta y sistemas de marketing.
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